3:00am. Suena el despertador.
Por fin ha llegado el gran día para disfrutar el trabajo de más de un año de entrenamiento, muchas pruebas de preparación, viajes y algunos sacrificios.
A pesar del madrugón no siento tener sueño. Las bolsas de material ya estaban preparadas y entregadas desde la tarde anterior al igual que las bicis, por lo que únicamente teníamos que desayunar y vestirnos con la ropa para nadar y comenzar la prueba.
Vamos al lobby del hotel donde se ha montado un desayuno continental. Somos de los primeros en llegar. Entre toda la variedad que se ofrece, destacan en los platos la fruta y las tostadas. Nos metemos entre pecho y espalda un desayuno potente pero sin excesos y regresamos a la habitación a descansar. El bus de la organización nos recoge a las 5am. La organización del evento es espectacular. En seguida se llena el autobús y los acompañantes tienen la deferencia de dejarnos a los participantes sentarnos en los asientos. Hay mucho respeto a todos los participantes y la verdad que se agradece.
En el camino caras de concentración. Fer saca su reproductor de música y de camino escuchamos un par de canciones motivantes mientras reflexionamos sobre la prueba que vamos a comenzar y todo lo que hay montado a nuestro alrededor. Se respira un ambiente deportivo de élite del que es imposible aislarse.
Llega el autobús al parque de Chankanaab, delfinario y lugar de salida de la prueba. Los coches con participantes y acompañantes se amontonan a lo largo de la carretera mientras nos adentramos a la zona de participantes para dar los últimos retoques a las bicis (presión de las ruedes y ajuste del cuentakilómetros) y proceder al remarcaje de los números en brazos y piernas. El sol aparece resplandeciente bajo un cielo despejado de nubes y un mar en calma de color turquesa cristalino. Las condiciones son perfectas para la práctica de la natación.
La organización hace una llamada a los pros para que vayan acercándose a la zona de salida, mientras que el resto de participantes aguardamos aún en la playa de la entrada del delfinario. Desde allí podemos observar como se lanzan al agua con sus gorros blancos algunos triatletas de élite como Alejandro Santamaría, al que tuvimos la oportunidad de saludar esa misma mañana y que a la postre obtendría una meritoria medalla de bronce.
Suena la bocina y los profesionales comienzan a nadar. Inmediatamente los jueces proceden a llamarnos a entrar al delfinario, a la zona de salida. Atravesamos todo el pantalán ante los vítores de todos los familiares y seguidores. Llegamos a la zona de nuestra hinchada y nos llevamos una gran sorpresa al ver que teníamos una valla publicitaria cubierta con dos banderas de apoyo con nuestros nombres. Este momento fue realmente especial, y unido a la adrenalina previa al momento de salida provocó que fuese imposible no emocionarnos antes de comenzar a nadar.
Seguimos avanzando por la pasarela con la motivación por las nubes, ya ansiosos por empezar. Alcanzamos por fin el extremo opuesto del delfinario mientras los delfines jugaban en el agua a las órdenes de sus entrenadores, dimos un último saludo a los aficionados desde la lejanía y saltamos al agua ya con el gorro naranja puesto y las gafas de natación.
El agua está buenísima, 27ºc y ni una sola ola. Nos mantenemos a flote mientras llegan al agua el resto de participantes y poco a poco avanzamos hacia la línea de salida marcada con una boya y unos kayaks. A falta de 4 minutos Fer y yo nos despedimos. Nos damos un abrazo y cada uno va en busca de el mejor lugar para su salida.
7:00am Suena la bocina y comienza la prueba.
Aunque yo no la escucho, veo como los triatletas que tenía delante de mi comienzan a nadar. Los nervios desaparecen de golpe y sorprendentemente, a pesar de que hemos salido 2.300 participantes no hay grandes aglomeraciones, y la gente se ha colocado de forma ordenada de acuerdo a su nivel por lo que a diferencia de otros triatlones, comienzo a disfrutar de la natación desde la primera brazada. El fondo es cristalino y se ven grandes cardúmenes de peces. A lo largo del recorrido también veremos varios buzos de la organización animándonos y pendientes de cualquier incidente.
Consigo rápidamente encontrar un buen ritmo con el que me siento cómodo para aguantar los 3.800 metros del segmento acuático y tengo muy buenas sensaciones físicas. Voy disfrutando metro a metro y pensando en que pocos mares en el mundo pueden ser más bonitos para realizar un evento como este. A lo largo del recorrido, aunque no las vi, me picaron 3 medusas. Por suerte no eran muy urticantes y tras unos segundos de molestias la sensación remitía por lo que no perjudicó mi rendimiento.
Llego al primer giro de boyas y consigo girar sin grandes interrupciones. Cambio de sentido, ahora con la corriente a favor. Sigo feliz y motivado hasta aproximadamente los 2.500. Voy respirando cada 3 o 5 brazadas, y justo al sacar la cabeza en un pequeño atasco veo como un "gringo" con cuerpo de titán se para y me pega un puñetazo intencionado y sin venir a cuento en el hombro. Sin que me dé tiempo a pensar, me paro yo también, le pego un bufido y de paso le devuelvo el regalito en el hombro, aunque por suerte cada uno seguimos nuestro camino y no le volví a ver.
Del incidente salí bastante caliente y perdí un poco la concentración. Estaba pensando que no debería haberle devuelto el golpe, y cuando me di cuenta había perdido mi rumbo y me había equivocado de boya. Tuve que retroceder unos 100m para poder volver a girar y cambiar de recorrido. Por lo visto, no fui el único al que le pasó, ya que al llegar nuevamente a la boya, vi como otros triatletas estaban tomando el mismo camino equivocado que yo.
Últimos 800m. El agua cambia drásticamente de temperatura y atravesamos una corriente fría que empeora sensiblemente la visibilidad. Ya queda poco y la gente aumenta levemente el ritmo. Yo intento no revolucionarme para llegar fresco a la bici.
Quedan 20 metros. Ya veo las escaleras delante de mí. Últimas brazadas... y arriba. El calor del público es espectacular, y es imposible no regalar una gran sonrisa a la gente allí amontonada y en especial a nuestras chicas.
Entro en la carpa de la transición uno. Hay gente pero aún bastantes sillas vacías donde poder sentarme y cambiarme tranquilamente. Saco todo el material de la bolsa antes de empezar a cambiarme para no olvidarme nada. Me quito el mono blanco de triatlón y me visto con el culot y el malliot secos para la bici. Salgo de la carpa y salgo en busca de mi bicicleta, la cojo y me dirijo hacia la zona de montaje. Desde la grada me gritan mi tiempo de natación: 1 hora 2 min. Casi 10 minutos por debajo de mis previsiones y sin haber forzado la máquina así que comienzo el segmento de bicicleta con una inyección extra de motivación.
En el primer tramo el viento sopla a favor, y enseguida alcanzo una velocidad de crucero de 37/39Km/h casi sin esforzarme. Por un momento pienso que el cuentakilómetros no está sensando bien, pero no hago más que adelantar a otros corredores y confirmo mis buenas sensaciones. Al llegar al extremo sur de la isla y girar, se nota como el viento deja de ser benevolente y reduzco la velocidad. Para cuando llego a la costa este de la isla el viento de vuelve mucho más intenso y pega medio en contra medio de costado. Ahora voy a una velocidad más coherente con mis ritmos de entrenamiento (28/30km/h). Me fijo en los otros participantes que están a mi alrededor y veo como sus bicicletas se bambolean con las ráfagas de viento.
En los avituallamientos brotan un buen número de voluntarios ofreciéndonos barritas energéticas, plátanos, geles, gatorade y agua. No hay problemas ni atascos debido a la frecuencia de avituallamientos y a la cantidad de voluntarios apostados en cada uno de ellos.
Sigo con buenas sensaciones, procurando beber y comer de forma regular para prevenir la deshidratación y el cansancio por el esfuerzo, el sol y la humedad reinante. Por fin llego a la esquina noreste del recorrido y al girar, el viento vuelve a ser favorable. Las bicis
vuelan en este tramo casi sin esfuerzo, y al final de la recta de casi 10Km llegaré a San Miguel de Cozumel, donde todo el pueblo nos espera para animarnos, en lo que supone el “evento del año” en la isla.
Entro en el pueblo y los lugareños no paran de animar y jalearnos. Estoy disfrutando como un enano pero de repente me doy cuenta que algo no va bien. Miro las ruedas y no veo nada extraño por lo que por un momento pienso que es el asfalto que ha cambiado el que hace un sonido hueco bajo mi bici.
Pero un minuto más tarde una participante brasileña me avisa para que pare, que mi bici no está bien. Vuelvo a mirar mi rueda trasera y veo como la llanta está pegada al suelo. He pinchado y debo parar para cambiar la cámara.
Una multitud de niños se acerca para ver como desmonto la rueda trasera de mi bici. Yo me mantengo tranquilo pues venía con 3 cámaras de repuesto y la bomba de mano preparada. En 5 minutos ya he cambiado la cámara y comienzo a inflar la nueva…
Pero al poco de empezar la cámara nueva revienta, y tengo que volver a desmontarla.
Saco una tercera cámara y la introduzco en la cubierta. Otra vez procedo a hincharla con mi bomba de mano, cuando un niño me avisa desde el otro lado de la rueda de que la cámara se está saliendo de su sitio. Giro la rueda pensando que no la había colocado bien, pero de repente me doy cuenta de que el problema ya no es la cámara sino la cubierta de la bicicleta. Tiene una raja a lo largo de unos 7/8cm de longitud y la cámara, al inflarse, se estaba saliendo por el agujero y a punto de reventarse con la presión.
Tenía un pedazo de cubierta recortado para este tipo de incidencias pero no para cubrir una raja de este tamaño. Miro a ambos lados, desesperado, en busca de algo que me pueda servir para cubrir la cámara desde dentro pero tampoco me atrevo a pedirle nada a la gente allí presente por miedo a ser descalificado ya que no está permitida la ayuda externa. Decido esperar al servicio mecánico de la organización.
Tras 10 minutos de interminable espera por fin aparece a lo lejos un mecánico que viene en moto cubriendo el recorrido. Le hago señales pidiéndole ayuda y se frena justo a mi lado. Le pregunto si tiene alguna cubierta de repuesto, y me comenta que la organización sólo les ha provisto de cámaras pero no de cubiertas. En su lugar sacó una goma gruesa de su mochila y cubrió la zona por dentro de la cubierta con el fin de contener la cámara sin que se saliera. Hinchamos la bicicleta y arranqué con una gran sonrisa en la cara... que sólo me duro 100metros, al cabo de los cuales la cámara nueva reventó.
Desde allí silbé rápidamente al mecánico para solucionar nuevamente su ayuda. Él de acercó nuevamente y comprobó cómo la goma no había sido suficiente para contener la cámara dentro de la cubierta y se quedó pensativo. Me sugiere una idea: dado que el agujero es demasiado grande para taparlo, podría intentar coserlo.
Justo en ese momento pasa Fer con su bici y se para al verme allí parado. Me pregunta si puede ayudarme pero le grito que siga porque le pueden descalificar si me ayuda y de todas formas mi problema tenía muy difícil solución.
La idea me parece genial, pero a pesar de llevar herramientas y material de repuesto, nunca se me había ocurrido durante los 14 meses de mi preparación para el Ironman, que necesitaría llevar conmigo aguja e hilo. El mecánico tampoco tiene, pero él hace de intermediario y le pide a una policía que me estaba observando si puede conseguir aguja e hilo. Se marcha, y tras entrar en un par de portales aparece con una bobina en la mano.
El mecánico la coge y empieza a coser lentamente la cubierta. Yo, mientras, observo tranquilo la escena con cara de circunstancias. Tengo asumido que en ese momento mis posibilidades de llegar a meta son muy remotas, aunque según voy viendo como queda la costura voy recuperando el optimismo. Le pido al mecánico que le dé una segunda costura ya que prefería estar 10 minutos más parado y prevenir que la cubierta volviese a reventar.
Además de la sutura, reforzamos la zona por dentro de la cubierta con la misma goma gruesa para que evite que la cámara reviente la costura con la presión.
Para entonces ya había perdido por completo la noción del tiempo y no sabía cuánto llevaba allí parado.
Inflamos la rueda con la bomba de la organización y dejamos la rueda con una presión de 6 bar (normalmente la llevo a 8.5/9) para no forzar la costura.
Ahora si que estoy convencido de que la rueda aguantará y que podré continuar con la prueba que ya de por sí se aventuraba muy exigente.
Vuelvo a recuperar el ritmo aunque no consigo rodar a la misma velocidad que en la primera vuelta. Mis piernas notan haber estado paradas durante tanto tiempo y aún es pronto para forzarlas. Doy mi primera vuelta completa al recorrido y paso por delante del parque Chankanaab, donde ondean las banderas con los nombres de Ironfer y Irondan.
Continúo con el viento a favor por la zona oeste en dónde hay menos avituallamientos y donde se sitúan la mayoría de los hoteles de la isla. Voy contento después de haber llegado a la zona del hotel Sabor, en donde estamos alojados. Además veo cómo a pesar de haber perdido mucho tiempo, voy adelantando a mucha gente, lo cual siempre ofrece una sensación de ir con mejores sensaciones que los demás.
80Km recorridos, ya queda poco para llegar al ecuador del segmento de bici y… “Pafff!” Mi rueda trasera ha vuelto a reventar. Por suerte he visto un mecánico atendiendo a otra participante 200 metros más atrás por lo que no debería tardar mucho en llegar.
Pasan 10 minutos y por fin se acerca la moto. Resulta ser el mismo mecánico que me atendió la primera vez, pero esta vez no trae buenas noticias. Me comunica que se le han acabado las cámaras de repuesto y que había devuelto la aguja y el hilo a la gente que nos lo había prestado, y que irá en busca de otro kit para coser, pero que tardaría en volver. Arrancó la moto y se fue.
Entonces decidí seguir avanzando, aunque fuese de forma lenta, pero el temor a no pasar el tiempo de corte y no encontrar una solución para mi rueda me obligaron a seguir corriendo y caminando, con la bici en una mano y la rueda en la otra. Miré entonces el cuentakilómetros, veía como iba avanzando lentamente los metros, sin agua ya que beber ni avituallamientos por la zona. A lo lejos por fin ví la entrada de un hotel y algunos seguidores de la prueba apostados en la sombra de unas palmeras. Tras recorrer así más de un kilómetro llegué a la altura de esta pequeña agrupación de espectadores, y les empecé a preguntar si tenían hilo y aguja para coser. Como era lógico, nadie tenía a mano un kit de costura, pero al ver que estaban hospedados en el hotel, les pedí si podían entrar en la recepción y pedir un kit de costura. Rápidamente un Estadunidense que estaba con su familia se ofreció voluntario y se fue corriendo a buscarlo. Justo en ese momento llegó a atenderme otro mecánico al que tuve que explicar mi problema y mi intención de volver a coser la cubierta aunque me comunicó que él tampoco tenía ya más cámaras de aire para la bici.
Por fin llegó el kit de costura, esta vez de un material más grueso y resistente. Empecé a coser con los guantes puestos, pero al ver que me costaba mucho atravesar la cubierta con la aguja y empecé a ponerme nervioso, el mecánico me dio el relevo y continuó cosiendo la goma de manera meticulosa. Le dimos 2 vueltas más a la costura y atamos los extremos con varios nudos para que no se soltasen. Acto seguido buscamos algún material con el que recubrir la costura por la zona interior de la cubierta para evitar que la presión volviese a romper la costura. Primero lo intentamos con una tarjeta de crédito caducada que nos ofreció un taxista, luego con un envase de gel que había tirado en el suelo, posteriormente con la carátula recortada de un libro de un de los norteamericanos que me estuvieron ayudando y finalmente con un balón de fútbol deshinchado que tenían unos taxistas y que recortamos a medida de la costura. Por último llegó un tercer mecánico que se quedó literalmente boquiabierto con la reparación tipo bricomanía que habíamos hecho en la rueda de mi bici, y le dio su propio toque personal cubriendo la costura con pegamento para arreglar pinchazos.
Ahora si que tenía buena pinta el arreglo, pero sólo me quedaba una última cámara de aire. La saqué de su envoltorio con sumo cuidado para evitar pinchar mi última oportunidad de acabar la prueba. La introdujimos en la cubierta, le metimos una presión de 6 bar y crucé los dedos para no volver a pinchar o reventar en lo que me quedaba de prueba. Tras darle las gracias y un abrazo de agradecimiento a los mecánicos (mil gracias a ellos y a los seguidores que me ayudaron tanto en el hotel como en San Miguel de Cozumel ya que sin ellos jamás hubiese podido arreglar mi rueda!) por fin pude continuar mi segmento de bici.
Me faltaban aún más de 100Km que recorrer en bicicleta, con el remiendo casero, y sin margen alguno de pinchazos o reventones. Por ello durante el resto del recorrido, me concentré en montar con la máxima suavidad posible, evitar todos los baches que hubiese en el asfalto así como levantarme de la bici para cambiar de postura y estirar la espalda, por miedo a que los cambios bruscos de peso en las ruedas reventasen nuevamente la costura. No tenía ni idea de qué hora era y le pregunté a un juez que venía en moto si me daría tiempo a terminar el segmento de bici dentro del límite de tiempo. Por suerte aún no eran las 12 del mediodía por lo que aún tenía poco más de 4 horas y media.
Completé otra vuelta y pasé por delante de las chicas que me preguntaron qué tal, y yo les grité “no sé si acabaré la bici!”. No estaba nada convencido de que la costura aguantase todo el recorrido, y lo único que quería era que si reventaba la rueda, fuese en un lugar suficientemente cerca de la transición 2 para que me diese tiempo a llegar con la bici a cuestas antes de las 9 horas y media de corte.
Según avanzaba en la última vuelta la intensidad del viento fue en aumento. Para cuando llegue a la costa este de la isla en algunos tramos apenas lograba mantener una velocidad de 23Km/h.
Ya por fin di el último giro en dirección a San Miguel. Quedaban 10Km y el reto volvía a parecer posible. Pero para darle un poco más de épica a la prueba, comenzó a llover para posteriormente diluviar. Los corredores que quedábamos en bicicleta tuvimos que disminuir el ritmo en estos últimos kilómetros en donde algunos tramos de la ciudad las calles habían quedado anegadas de agua hasta tal punto que incluso montado en la bici, los mis pies quedaban por completo debajo del agua al pedalear.
Cuando por fin llegué a la zona de desmontaje de bicicletas no me lo podía creer, por momentos me emocionaba después de haber llegado a pensar que la rueda no aguantaría los 100Km con la reparación chapucera.
Recogí mi bolsa con la ropa de carrera, dejé mi bicicleta a un voluntario y me adentré en la carpa para cambiarme la ropa empapada. Al entrar recibí una bofetada de olor fétido fruto del sudor, la humedad, la lluvia y restos de heces de los participantes que habían pasado por allí previamente. La verdad que la organización no tiene la culpa de esto, pero… menudo asco!
Ya por fin salí de la carpa con mi ropa y calzado seco, justo en el momento en el que la intensa lluvia cesaba. Nada más salir recibí los ánimos de las chicas desde la grada y en ese momento no pude evitar una sonrisa y una profunda alegría sabiendo que ya “sólo” quedaba una maratón y que completar la prueba volvía a depender de mi mismo.
Empecé la prueba fortísimo, completando la primera vuelta a un ritmo de 3h40m el maratón. No paraba de adelantar a otros corredores y después de todo el estrés de la bicicleta me sentía completamente liberado. Me crucé con Fer a mitad de la vuelta y vi como se alegraba al ver que finalmente había podido completar mi segmento de bicicleta.
La segunda vuelta también fue bastante rápida, aunque noté como las piernas perdían poco a poco la frescura y los pies me dolían cada vez más. El haber recorrido más de un kilómetro corriendo en el segmento de bici con las zapatillas de ciclismo puestas me había castigado en exceso para el resto de la prueba, extremadamente exigente ya de por sí.
Para cuando comencé la tercera y última vuelta, ya sabía que no podría seguir corriendo durante mucho más tiempo. Con las zapatillas encharcadas por tener que atravesar continuamente calles que parecían ríos, decidí hacer un kilómetro caminando para darme un pequeño descanso, pero para cuando quise volver a correr ya era imposible. Tuve que completar un tramo de 10km caminando rápido, por lo que mi brillante inicio en el segmento pedestre se vio diluido y terminé con un tiempo más que discreto.
Aún así las ganas de llegar a la meta y de alcanzar la meta de ser finisher siempre dan un empujón final, por lo que pude volver a correr en el último kilómetro y medio del final para poder llegar a la meta de forma más o menos digna. Siempre me había prometido a mi mismo que no caminaría en el Ironman, pero dadas las circunstancias e inconvenientes que sufrí durante la prueba me fue imposible aguantar la zancada.
Aún así acabé doblemente orgulloso después del sufrimiento físico, pero sobre todo, mental con los percances que sufrí en la bici. Jamás había pensado que después de la buena preparación realizada me constaría tanto esfuerzo llegar a la línea de meta, y mucho menos que sería gracias al hilo y aguja que me prestaron los seguidores a los que estaré eternamente agradecidos.
Por fin llegué a la zona de llegada. A pesar de ser más de las 9 de la noche, las gradas seguían abarrotadas de gente, y las imágenes que veía ante mi se tornaron más en un sueño que en realidad. Recogí mi bandera en la última curva y disfruté los últimos metros hasta cruzar la línea de meta intentando grabar para siempre en mi memoria este momento.
No escuché mi nombre al entrar, pero poco me importó. Ya era un Ironman. La llegada, y sobre todo la prueba no fueron como me había imaginado, pero desde luego la sensación es indescriptible. Una mezcla de sentimientos alegres se agolpaba en este momento hasta el punto de que me quedé bloqueado, emocionado pero sin poder llorar, ni hablar, ni sonreír. Simplemente me quedé callado intentando asimilar la alegría incontenible y la emoción exagerada mientras le daba un abrazo interminable a Mari.
Recogí mi medalla y mi camiseta finisher saboreando cada instante.
Por fin lo habíamos conseguido.
“Daniel Lozano, I am an IRONMAN!”